Por Pablo Valencia:

Durante el mes de Octubre lleve acabo una residencia artística de cinco semanas de duracion en el Selvatorium. Estas fueron mis experiencias e impresiones;

Mi trabajo consistió en recopilar los diferentes sonidos que hacen parte del día a  día de la sierra nevada, monos aulladores, tucanes, guacharacas, loros, cascadas, quebradas, olas de río, palmas meciéndose en el bosque, niños indígenas jugando, hombres cortando leña y prendiendo el fuego, mujeres tejiendo y criando a sus hijos, cuentos de Mamos sobre espíritus de la Sierra; todos estos sonidos sirvieron para hacer una historia sonora que estuvo acompañada de una intervención performática que reflejaba la vida en la Sierra, una vida que es testigo de cómo el hombre es capaz de encontrar la felicidad viviendo en la selva.

Mi experiencia como residente en el Ensueño fue un despertar a la vida, fue de verdad llegar al mundo real y natural que muchas veces no quieren que conozcamos, un mundo donde respirar no es dañino, donde la bulla del tráfico la reemplazan cantos de aves y donde estar lleno de tierra no significa estar sucio sino estar rodeado de vida; sentí, quizá, por primera vez que no valgo por lo que tengo sino por lo que soy, duré toda mi estadía con una camisa, una pantaloneta y un bluejean, y en ocasiones sentía que eran demasiadas cosas, decidí no mirarme en el espejo durante el tiempo que estuve acá y fue el momento donde más me reconocí y donde me sentía más bello, aprendí a querer mi cuerpo, porque me permite disfrutar de este mundo, aprendí a ver milagros en una semilla que está naciendo y en un río que crece trayéndonos historias. Para los Arhuacos el corazón del mundo está en La Sierra y yo tuve la fortuna de poder escuchar sus latidos, los escuchaba en las risas de niños indígenas y “civiles” que jugaban en sus bosques, en los indígenas que trabajaban su tierra, en los Mamos que compartían su conocimiento, en los pájaros que acompañaban los caminos, en el agua que llevaba la vida; llegué como residente y quisiera volver como habitante para ser parte de esos latidos que mantienen viva La Sierra.