Mi nombre es Viviana Gamboa, nací y crecí en Bogotá. Luego de graduarme del colegio, viaje y viví por 4 años en Madrid-España donde estudié diseño de producto o diseño industrial, como se conoce acá en Colombia.

Durante mis estudios en el Istituto Europeo di Design  aprendí a trabajar con cerámica, y me enamoré de ella. La técnica que aprendí –muy limpia y sofisticada-,  y la practicidad con que se trabajaba la arcilla liquida me encantó.

Cuando regresé a Colombia quise emprender mi primer proyecto como diseñadora y desarrollé una marca de diseño de producto llamada “ilää”. Esta marca empezó como un proyecto en el cuál diseñaba y fabricaba piezas de mobiliario en cerámica: objetos como lámparas de techo, Vasos, Recolectores de dinero,  y  piezas de Vajilla. Desde hace un tiempo he venido pensando en ampliar para ilää  el experimentar otros materiales, para así crear otros conceptos de piezas.

Participe en la convocatoria de Estímulos del Ministerio de Cultura, y gané una residencia de 6 semanas en El Ensueño Rio Palomino, un lugar maravilloso donde la búsqueda por la esencia de la cerámica  me llevó a descubrir parte de mi naturaleza.

Ahora estoy trabajando en el diseño de nuevas piezas en cerámica fabricadas con otras técnicas y para diferentes usos.  Piezas de uso contemplativo, piezas más personales que inviten a un momento de reflexión y conexión con lo divino.

Mi experiencia en Palomino

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Estuve en El Ensueño por 6 semanas. Viví una experiencia de desconexión con mi monótona y acostumbrada vida en Bogotá y una conexión con la naturaleza maravillosa. Mi proyecto consistía en fabricar, con arcillas de la zona, una serie de objetos en cerámica para decorar en Rakú (técnica tradicional de decoración para cerámica), todo ello acompañado de un proceso performatico ritual, que acompañara el desarrollo de dichos objetos y pudiera honrar ese territorio indígena, y ancestral.

Entendí que realmente se necesita poco para vivir tranquilo y feliz –o al menos eso fue lo que sentí y viví-, tenía la gran ventaja de estar trabajando en lo que me hace feliz: la cerámica, y trabajarla desde su origen. Además, conocí diferentes personas, entre nativos de la Sierra, habitantes del pueblo, gente que estaba de paso por El Ensueño y turistas. Todos muy amables, con ganas de escapar un poco de la ajetreada vida citadina y tomarse un receso de ella.

Me sentí muy bien entre los anfitriones de El Ensueño, me enseñaron muchas cosas de la vida en el campo, aprendí a ver ciertas cosas con más naturalizad y sencillez, valorar la multiculturalidad y a apreciar la naturaleza. En algunos momentos sentí la falta de confort que la ciudad te brinda, pero reafirmé que el ser humano tiene la capacidad de adaptarse a cualquier entorno. Valoré la facilidad con la que se hacen algunas cosas en la ciudad, como acceso a tecnologías que permiten que algunos procesos sean más rápidos, efectivos y cómodos.

 En resumidas cuentas una experiencia para recomendar y animar a otros a que quiera hacer proyectos eco-sostenibles y que los desarrollen. Vale la pena pensar en modelos de desarrollo que no dependan de sistemas tecnológicos tradicionales de producción para que puedan ser creados en cualquier lugar. Y, además, vale la pena, por sobre todas las cosas, buscar un espacio para encontrarse con la naturaleza, la esencia y sencillez de su ser.

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